No pudo ser esta vez para Christopher “Pitufo” Díaz. El japonés Masayuki Ito lo superó en todo y ganó con justicia el cinturón vacante del peso Super Pluma de la OMB. El mismo que había dejado vacante Vasyl Lomachenko.
El nipón confirmó en el ring que sería un rival complicado, difícil y como lo presumíamos en el análisis previo a este combate, si el puertorriqueño no conseguía lastimar en los primeros asaltos, se le haría cuesta arriba. Y así fue.
A la excelencia de su boxeo técnico, a la capacidad de aprovechar al máximo su mejor velocidad, a la cualidad de golpear en todas las distancias o al uso inteligente de su velocidad de golpeo, Masayuki agregó otra capacidad que, en cierto modo, era una incógnita: su asimilación.
No hay dudas en que el japonés estudió muy bien a Christopher Díaz y de esa lectura salió un plan impecable y ejecutado con la tradicional disciplina japonesa, de principio a fin, sin fisuras.
Christopher Díaz tiene dos cualidades que lo han traído al lugar que hoy ocupa en el boxeo de primer nivel y que le permitieron esta primera oportunidad de pelear por un título mundial: el poder y la asimilación.
Pero es evidente que cuando aumenta el nivel de sus rivales esas cualidades no son suficientes y hay que mirarlas con lupa, a la hora de imaginar si alcanzan para llevarse un combate de este nivel. Hoy todos supimos que no le alcanzaban y peor que eso, Masayuki lo supo antes que nosotros.
De ese conocimiento nació el antídoto japonés que estableció el rumbo de la pelea. Masayuki le rompió la presión inicial a Díaz, salió a disputarle el centro del ring desde la mera media distancia, de poder a poder. Esa fue la primera dosis del antidoto, la segunda fueron los golpes a la zona media del puertorriqueño.
Por momentos los dos intercambiaron “en una baldosa” y muy temprano “Pitufo” entendió que su poder no era tanto y su asimilación tenía fecha de vencimiento. Díaz erraba mucho en esos primeros asaltos y recibía mucho castigo, a medida que Ito iba aumentando el volumen de su golpeo a pura velocidad y precisión.
La derecha alta y curva por afuera – que nunca se pudo quitar en la pelea Díaz – le cerró temprano el ojo izquierdo al boricua, que fallaba y quedaba una y otra vez expuesto, hasta que en el cuarto asalto una combinación alta del japonés lo sentó en la lona.
Desde ese momento se supo que sería imposible vencer. A Pitufo solo le quedaba la opción de acertar un golpe de KO, algo que parecía misión imposible ante un rival que lo superaba en todo. Apenas en el noveno asalto el puertorriqueño pareció revivir bajo al aliento de sus fanáticos, pero fue un espejismo.
A Díaz le faltó precisión lo cual torna inoperante su poder. Erra demasiado y sus golpes recorren siempre el mismo trayecto: puntea con la izquierda y lanza volada la derecha por afuera hacia la sien de su oponente. Masayuki se lo quito ese golpe toda la noche con un simple cuerpeo.
Sin variantes en su artillería, repitiéndose una y otra vez, sin un plan B en sus opciones, toda la iniciativa en la pelea quedaba a cargo del japonés. Y por cierto, supo ejercer ese protagonismo con inteligencia y excelente boxeo.